Saber Dar y saber Recibir

A veces el saber dar es más fácil que el saber recibir.



La ingratitud es también, por cierto, hija de la soberbia. A veces ocurre que la persona a la que más has ayudado es de la que peor trato recibes, por eso alguien dijo aquello de "qué favor le habré yo hecho a ése para que me trate tan mal". Ese es seguro un soberbio al que no se puede aplicar lo de es de bien nacido ser agradecido y, sí, el cría cuervos... Saber recibir debería ser lo más fácil. Pero no basta con decir gracias, el que sabe recibir siente gratitud y no olvida, porque el agradecimiento es la memoria del corazón.

Dar sin humillar, sin que el que recibe se sienta pobre y pequeño, dar sin que se note, imperceptiblemente. Ese dar es compartir con alegría. Yo tengo la suerte de tener amigos así. Amigos que saben dar sin recordar y recibir sin olvidar. Saber dar, a nadie se le escapa, supone no echar en cara, no pasar la factura y no alardear ostentosamente haciendo publicidad a diestro y siniestro de lo dado. Dar ostentosamente es casi peor que no dar, es lo que hacen los políticos cuando creen que dan y con demasiada frecuencia a sus bolsillos suman lo que restan. Muy distinto de ese dar sin que tu mano derecha no sepa lo que hace la izquierda.